Si Galicia es todavía ese reducto de nuestra geografía no colonizado por las supuestas ventajas de la civilización moderna, el Caurel es sin duda el confín que lo demuestra.
Tuve la suerte de ver un paisaje que no supe retratar. Las montañas estaban tapizadas de diversos colores, entre los distintos verdes de la vegetación había retales de rosa fucsia de la flor de brezo, y de amarillo de la flor del tojo, y en las cumbres el blanco de la nieve… Una combinación supongo que no demasiado habitual. Todos los paisanos decían que no era muy normal que nevase en estas fechas. Pero el caso es que en los cuatro días que pasamos en Caurel, tuvimos lluvia, nieve y también algo de sol, así que no nos podemos quejar.
El monte de la izquierda que tiene como una depresión desde la cumbre hasta la carretera es una antigua mina aurífera romana de cielo abierto (ruina montium).